Visitó, como de costumbre bajo el manto del sexto fantasma, el refugio que albergaba su anhelo real y vergüenza; se abrió ante Ella, la puerta de la olla repugnante, y luego miles de espejos punzaron en su cuerpo el reflejo de las luciérnagas que chocaban aturdidas en la superficie.
Por primera vez lúcida, cruzaba la humareda, que sobre aquel caldo espeso donde danzaban las ninfas, embellecía o al menos disimulaba el caótico sinsentido de sus risotadas y gritos que nadaban confundiendo los olores de sus perfumes con el vapor de sus tabacos, y de sus cuerpos y pócimas. Las vio desde la escalera, agitarse revoltosas, entregarse con tanta facilidad, tranzando miradas a lo lejos, que en su embriaguez creen seductoras y misteriosas, y sí,…las vio con abominación y vergüenza, y luego comprensiva y al final hasta con ternura. Así auto indulgente, justificándose pensó ir por un brebaje, y de esta manera devolver al sexto fantasma y la olla su chiflada belleza, y a si misma la entretención que le provocaban.
Se retracto y bajó hasta el tumulto, de donde cogió la mano de la ninfa, en cuyos labios posaría el beso virgen, único intacto siquiera por una gota del jugo narcótico. La cogió al azar, y contra la pared abrazaron sus lenguas en lo que fue el beso más infinitamente triste. Se aparto violenta, escapando de la putrefacta cacerola. Caminó llorando, escupiendo, llorando y escupiendo sin cesar hasta que despertó el séptimo monstruo arrojando la luz de la mañana en su piel trasnochada.
Sus pies aún en marcha recibieron el alba, y quizá a medio monstruo acabaron el triste viaje dejándose caer con zapatos y todo sobre su cama. Se despojo del deber divino y natural, ni pan ni palabra probo aquella jornada.
Calló muchas horas, dando la cara y ofreciendo la otra mejilla a cada bofetada, con que la realidad jamás aceptada se manifestaba al fin; luego de ser tan postergada, evitada, aquel séptimo, exploto con furia refregándole cruelmente sus fracasos, su cobardía y como mil trocitos de vidrio hiriendo su piel, mil maripoimágenes hizo volar sobre Ella perturbándola, como queriendo agotar su escasa cordura, y entonces mansa, deshecha y triste desfalleció en un profundo sueño.